El reino de no me importa
Había una vez un pequeño reino que se llamaba Lolimburgo. El
Rey que se llamaba Juan Porquesemeantoja, se casó con una reina llamada
Cristina Porquemedalagana. De esa unión nació el príncipe José. Tanto los reyes
como los súbditos hacían lo que se les antojaba cuando tenían ganas y nada les
importaba.
El reino estaba muy sucio ya que todos sus habitantes
arrojaban la basura a la calle porque les daba la gana. Era difícil caminar por
las veredas entre restos de comida y cachivaches pero a nadie le importaba. Los
habitantes se bañaban cuando se les antojaba, pero como a nadie le importaba,
estaban todos roñosos y con muy mal olor. Y además por eso siempre estaban
enfermos.
En la escuela, los alumnos asistían a las clases sólo cuando
tenían ganas y estudiaban sólo si se les antojaba, y como a la directora y a
las maestras no les importaba, los alumnos eran burros e ignorantes. Los
comerciantes atendían cuando les daba la gana y vendían lo que se les antojaba.
Si alguien quería comprar patatas y ellos no tenían ganas de venderlas, la
gente tenía que comprar mandarinas o lo que encontraran.
Los súbditos de Lolimburgo dormían cuando les daba la gana,
a veces de noche y a veces de día, y comían cuando se les antojaba. Desayunaban
por la noche y cenaban al mediodía y no les importaba. O sea que el Reino de
Lolimburgo era un desastre.
Cuando el Príncipe José creció, se enamoró de la princesa
Beatriz Simeimporta del reino de Merymburgo. Beatriz era una joven muy hermosa
con larga cabellera dorada, y a ella todo le importaba. Le importaba el orden y
la limpieza. Le importaba la cultura y la educación de su pueblo. Si quería
comer patatas pretendía que le vendieran patatas. Beatriz tenía muchos
pretendientes que deseaban enamorarla ofreciéndole costosos regalos.
El príncipe José sabía que iba a ser imposible conquistarla
ofreciéndole el Reino de Lolimburgo, un reino sucio y desordenado y decidió
pedirle ayuda a Beatriz para cambiar las horribles costumbres de sus súbditos.
Como Beatriz era muy inteligente decidió ayudarlo. Le propuso que dictara leyes
muy estrictas y penas para los que no las cumplieran.
Horarios estrictos en las escuelas. A las que los niños
estaban obligados a asistir, limpios y con las tareas y los útiles ordenados.
En caso contrario los padres serían severamente sancionados. La basura debía
colocarse en basureros, nada de arrojar residuos a la vereda. Donde antes había
basura, debían plantar árboles y flores. Horarios estrictos para comerciantes y
trabajadores, para que no durmieran cuando debían trabajar y no trabajaran
cuando debían dormir. Los comerciantes debían abrir en horarios estipulados y
vender lo que se les pedía y no lo que les daba la gana.
Al principio le costó mucho adaptar a los habitantes a las
nuevas normas de urbanidad, pero pronto todos vieron las ventajas de las
mismas.
Gracias a la limpieza había menos enfermedades, las calles
ahora tenían flores en lugar de basura y todos disfrutaron con los cambios. Los
niños aprendieron a leer rápidamente. Los comerciantes ganaron mucho dinero
vendiendo más y mejor complaciendo a su clientela. Todos los súbditos de
Lolimburgo estaban felices.
El único que no era completamente feliz era José. Seguía
enamorado de Beatriz. Ahora que tenía un hermoso reino para ofrecerle, decidió
pedir su mano. Beatriz Simeimporta, esperaba que llegara ese momento, le
enamoraron los ojos azules de José y sus deseos de progreso para su pueblo. No
tardó en decirle que sí.
Se casaron en la Plaza de Lolimburgo, en presencia de todos
los habitantes, que celebraron la boda con una fiesta que duró siete días.
José y Beatriz tuvieron seis hijos de ojos azules y vivieron
muy felices.

fuente.ww.google.com.ar/search?q=imagen+de+principes+y+princesas&biw=819&bih=399&noj=1&tbm=isch&tbo=u&source=univ&sa=X&ei=lp2IVJDRD8ergwSG-4OYDg&ved=0CDQQ7Ak&dpr=1.25
fuente.ww.google.com.ar/search?q=imagen+de+principes+y+princesas&biw=819&bih=399&noj=1&tbm=isch&tbo=u&source=univ&sa=X&ei=lp2IVJDRD8ergwSG-4OYDg&ved=0CDQQ7Ak&dpr=1.25
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